Todo es cuestión que nos dediquemos a evaluarnos por un momento, y nos daremos cuenta que muchas de nuestras acciones y decisiones son defensivas. Maniobramos, orquestamos y coordinamos para evitar caer en la desilusión.

Creo que hasta cierta medida está bien. Hay que hacerlo. Sin embargo, llega un punto donde el resultado es más costoso que el problema original. Por proteger al corazón de la desilusión, terminamos matándolo.

Piensa en todos los proyectos que no has emprendido por protegerte de la posible desilusión del fracaso. Piensa en esa relación matrimonial que prefieres dejar morir en vez de luchar por ella, simplemente porque implica la posibilidad de otra desilusión. Piensa en los retos que has decidido evitar, para no tener que pasar por la posible desilusión de no poder vencerlos.

Es importante recordar que la desilusión es una posibilidad, así como la satisfacción del éxito es otra. Perseguir nuestro propósito en la vida implicará dolor pero también victoria, heridas pero también conquista.

No permitas que por evitar la desilusión estés también, a largo plazo, evitando el alcanzar tu propósito.

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