Señor, tú sabes lo que anhelo, oyes todos mis suspiros. Salmos 38:9 (NTV)

Hay un enorme y divino alivio en saber que Dios sabe. No lo puedo explicar, pero cuando he pasado por un periodo de dolor o de incertidumbre, este versículo siempre me ha traído paz, así como estoy seguro se la trajo al rey David cuando lo escribió.

Y no es el típico consuelo de “Dios sabe por qué pasan las cosas”. Es una convicción de que el Dios del universo no es ajeno a los anhelos que pasan por mi mente antes de dormir, o a los suspiros que íntimamente salen cuando pienso en alguna situación o problema.

Sin embargo, este versículo no tiene profundidad al menos que creas con toda seguridad que Dios te ama.

Este versículo no es una invitación a la resignación. Mucho menos es una excusa para dejar de orar porque “Dios ya sabe mi situación”.

Mas bien es un recordatorio de que no estás solo. De que ahí, en lo mas íntimo de tus anhelos y suspiros, está Dios haciéndote compañía. Es una invitación a descansar en que Dios, el que te ama tanto, sabe por lo que suspiras.

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